Anexo '10 (7)

Los hombres crecen para forjar leyendas.

martes, 9 de febrero de 2010

No me acuerdo de olvidarte.

"No regreso a este lugar desde aquel verano en el que te enterré." Decía Victor, observando a ningún lugar, siendo escuchado por nadie. O por los fantasmas del pasado, quería pensar.

El bramar del mar contra el acantilado era la única respuesta que recibía. Cada golpe de una ola rompiéndose contra el paredón, o cada gaviota extraviada, que veía en aquellos últimos instantes de la tarde el regreso a su criadero. Victor era consciente de que ese lugar, el acantilado, había resistido por años el rugido del amenazante Océano Atlántico. Tan bien como yo, antes de morir.

"Casi olvidaba qué significa el muro para tí. Tu nombre, tu fuerza..." Pasó el dedo índice por el monumento, sintiendo el relieve de las letras del epitafio en su piel. Se entretuvo en repasar cada letra, aun cuando por la brisa marina, no hay rastro de polvo encima. "Y la esculpí con arena."

Hay un faro en la colina. Parece que dejó de funcionar hace mucho tiempo, y el ambiente costero del norte ha sido implacable con él. Una hiedra recubría su pared, y cubría la entrada. El tono blanco-verdoso del que le dotaba la hierba cercana asemejaba a que había crecido allí, naturalmente, como la propia bahía. "Al igual que tú, de cuando muriste y tu luz se apagó. Y de eso hace largos viajes..."


~ ~ ~ ~


Comenzó a caer una tímida lluvia. El olor a humedad y a hierba mojada le recordó cuando caminaba a su lado y daban largos paseos, uno junto al otro, sin mediar palabra.
Se quitó los zapatos y anduvo escasos metros más. El frío del agua traspasó su piel, y un escalofrío le superó, haciéndole sentarse mirando al cielo encapotado.
Las gotas y la brisa en su cara le llevaron tiempo atrás. Viendo un reflejo de sí mismo. Justo en ese lugar. Hace tiempo, no demasiado.

El mar le insiste, le ruge con fuerza. Las olas siguen chocando contra las rocas del acantilado, .como si en ello les fuera la vida. Casi como si le llamaran implorando lo que no le pudo dar. Hizo caso omiso de ello. Una vez más. No era la primera vez , y tampoco parecía ser la última. Ya estaba acostumbrado a estar bajo “esa” presión. Voces dentro de su cabeza que repetían lo mismo una y otra vez. Lástima que no pudiera entender con exactitud que decían. O quizás si que entendiera perfectamente ese murmullo incesante cuando se acercaba a aquel lugar. Pero, ¿quería entenderlo? Realmente no, no ahora que había logrado vivir con ello. En un lugar apartado, dentro, muy dentro, al fondo, donde nadie nunca pudiera encontrarlo. Allí era donde convivía con ese incansable rumor.


- ¿Víctor?
Era hora de marcharse. Pero volverá. Y entonces sí . Finalmente cumplirá aquellas promesas que le hizo en vida. Aunque dentro de un tiempo. Cuando muera.

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Gracias, Andrea.

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