Las esferas relinchan y chocan, marcando las dos.
De la tarde, brillan y ruedan sobre la hierba verde.
Recién cortada, se mueve el bastón del caballero.
Azotado se siente el silencio, y no hay sino eco.
Se rompe la dicha y se imprime un angosto estruendo.
Un mal gesto. Limita un poco de cielo, un poco de cieno.
Entre el horizonte del ocaso y la vertical de su pelo.
Los caballeros deciden apostar. Por un nuevo comienzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario